13 años de prisión a un hombre que abusó sexualmente de una menor a cambio de droga en Badajoz

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Poder Judicial 

La Sala II del Tribunal Supremo ha condenado a 13 años y 11 meses de prisión a un hombre de 26 años por abusos sexuales a una chica de 14 a quién entregaba droga (hachís o marihuana) a cambio de mantener relaciones sexuales. Los hechos ocurrieron en Badajoz entre los meses de junio y noviembre de 2018. 

La condena es por un delito continuado de abusos sexuales a menor de 16 años (10 años de cárcel), y un delito contra la salud pública en concurso medial con un delito de corrupción de menores (3 años y 11 meses de prisión), y señala además una indemnización de 18.000 euros para la víctima en concepto de daños morales. La Audiencia de Badajoz estableció una condena de 16 años de prisión, al condenar de forma separada los dos últimos delitos. 

Los hechos probados indican que el hombre entabló con la chica una relación de trato personal ofreciéndole, en al menos cinco ocasiones, la entrega de dinero o de sustancias estupefacientes, (hachís, marihuana), de las que ella era consumidora, y teniendo en cuenta que ella carecía de medios económicos (la sentencia recoge que estuvo en centros de menores), a cambio de que accediera a diversas prácticas de naturaleza sexual. 

Añade el relato de hechos que el procesado actuó con conocimiento de la edad de la víctima, “llegando el primero a exigirle la práctica de una felación a cambio de hachís, así como, en otras ocasiones, mantener relaciones con penetración vaginal completa con el fin de satisfacer los deseos libidinosos de aquél, actos y relaciones que efectivamente fueron llevadas a cabo por procesado con la menor mencionada”. Y subraya la sentencia que los hechos descritos “perturbaron, de modo sensible, el normal desarrollo personal y educación cultural y sexual” de la menor. 

El Supremo avala el criterio del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura y de la Audiencia de Badajoz sobre la existencia de prueba de cargo bastante, lógica y racionalmente valorada, de los delitos de abusos sexuales, corrupción de menores y contra la salud pública. 

En cuanto a la pretensión del recurrente de no haberse visto afectada la indemnidad sexual de la menor por ser consentidas las relaciones sexuales, el Supremo recuerda que en los tipos delictivos relacionados con la indemnidad y libertad sexual de menores de 16 años existe una presunción sobre la ausencia de consentimiento, de modo que, si existió o no, sería irrelevante, por resultar los supuestos contemplados “incompatibles con la consciencia y libre voluntad de acción exigibles”.

El Supremo subraya que la Audiencia llegó al convencimiento de que el testimonio de la menor fue creíble, persistente y sin ambigüedades, así como coherente, en el que identificó lugares, tiempos y facilitó características físicas del condenado, llegando a describir hasta sus tatuajes, circunstancia sobre la que este no pudo dar explicación satisfactoria alguna siendo poco convincente en las alegaciones de descargo que expuso. 

Según recuerda el Supremo, la Audiencia no apreció rasgo alguno en la personalidad de la menor que pudiera afectar a su declaración, ni advirtió móvil espurio que afectara a la credibilidad de la testigo, quien reconoció que las relaciones sexuales eran consentidas y que lo hacía a cambio de droga, e incluso en alguna ocasión sin intercambio de sustancias. Explicó que los hechos se repitieron al menos en cinco ocasiones y que no tenía intención de denunciarlo y que renunciaba a ser indemnizada, aunque reconoció haber declarado en el juzgado que tenía “la dignidad por los suelos” y que era consciente de “que se estaba prostituyendo”.  

Corroboraron esa versión los responsables de los servicios de protección ante quienes contó los hechos denunciados con la misma coherencia narrativa y credibilidad a la que se refiere el agente de la Guardia Civil que compareció a juicio y que manifestó cómo, al declarar, encontró a la víctima afectada y avergonzada y que identificó sin dudas, mediante reconocimiento fotográfico, al acusado. Una corroboración que también resultó de la versión de la agente ante quien la menor ofreció los detalles del tatuaje que el acusado tenía en el pecho y un piercing en un pezón, según la Audiencia. 

También una amiga de la víctima confirmó que ella le contó que tenía relaciones con el acusado a cambio de droga y que en alguna ocasión la vio meterse con él en una casa de donde una vez la vio salir llorando con la ropa desordenada y las mallas rotas. La misma testigo dijo que el hombre sabía la edad de su amiga.


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